El consumo de un único vaso de vino o cerveza al día aumenta en un 17% el riesgo de cáncer de mama en la premenopausia y en un 10% tras la menopausia.

Cada año se diagnostican en nuestro país más de 27.000 nuevos casos de cáncer de mama, el tipo de tumor más común en la población femenina de todo el mundo. Un cáncer cuyo riesgo de aparición, además de por factores meramente genéticos –caso de la presencia de mutaciones en el gen ‘BRCA1’–, se encuentra directamente ligado al estilo de vida. De hecho, los resultados de un nuevo estudio dirigido por investigadores del Centro de Investigación Oncológica Fred Hutchinson en Seattle (EE.UU.) constatan que las mujeres que consumen alcohol, aun de forma moderada, tienen una mayor probabilidad de sufrir el tumor, así como que la práctica de ejercicio físico, ya sea de intensidad moderada o alta, reduce, y mucho, su riesgo de aparición.

Como explica Anne McTiernan, directora de esta investigación publicada en la base de datos del Proyecto de Actualización Continua (CUP) del Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR), «los estudios individuales pueden generar confusión cuando ofrecen resultados contradictorios. Sin embargo, nuestro trabajo integral y actualizado muestra una evidencia clara. Así, los pasos que deben dar las mujeres para reducir su riesgo de cáncer de mama son: adoptar un estilo de vida físicamente activo, mantener un peso saludable a lo largo de toda la vida y limitar el consumo de alcohol».

Importancia del ejercicio

Para llevar a cabo la revisión o metanálisis, los autores analizaron los resultados de 119 ensayos clínicos llevados a cabo con más de 12 millones de mujeres, de las que más de 260.000 habían sido diagnosticadas de cáncer de mama. Y lo que observaron es que el consumo diario de un vaso de vino o cerveza –o lo que es lo mismo, en torno a 10 gramos de alcohol– se asocia con un incremento del riesgo de desarrollo de cáncer de mama de un 5% en la premenopausia y de un 9% durante la postmenopausia.

Por su parte, y por lo que se refiere a la práctica de ejercicio vigoroso –caso, por ejemplo, del ‘footing’– los resultados muestran que las mujeres que, no habiendo aún alcanzado la menopausia, se mantienen más activas tienen un riesgo hasta un 17% inferior de padecer cáncer de mama que aquellas más sedentarias. Una disminución de la probabilidad de desarrollar un tumor en la mama que, asociada al ejercicio y una vez superada la menopausia, se establece en el 10%.

Sin embargo, no es necesario realizar ejercicio de alta intensidad para reducir este riesgo. Y es que según las nuevas evidencias, la jardinería o el simple hecho de pasear también conllevan una disminución de un 13% en la probabilidad de padecer este tipo de tumor.

Es más; de acuerdo con los resultados, el riesgo de cáncer de mama es menor en las mujeres que dieron el pecho a sus retoños y, asimismo, significativamente mayor en caso de sobrepeso u obesidad tras la menopausia.

Finalmente, los autores evaluaron la posible relación entre la dieta y el cáncer de mama. Y lo que observaron es que el consumo de vegetales sin almidón parece reducir el riesgo de desarrollo de tumores negativos para receptores de estrógenos –tumores que, si bien infrecuentes, se asocian a un peor pronóstico–. Y asimismo, que las dietas ricas en calcio y alimentos ricos en carotenoides –como las zanahorias y las espinacas– también parecen disminuir la probabilidad de desarrollo de varios subtipos de cáncer de mama.

Como refiere Anne McTiernan, «nuestros hallazgos indican que las mujeres pueden obtener algún beneficio con la inclusión en la dieta de verduras sin almidón, incluidas aquellas con un alto contenido en carotenoides. Una medida que también puede ayudar a evitar la ganancia del típico kilo o medio kilo que las mujeres cogen cada año, lo que resulta clave para reducir su riesgo de cáncer».

Prevención de tumores

El AICR estima que la evitación de todo consumo de alcohol, la práctica de ejercicio y el mantenimiento de un peso saludable podrían prevenir hasta una tercera parte de todos los casos de cáncer de mama que se diagnostican cada año en Estados Unidos. Pero, ¿qué pasa con los dos tercios restantes? Pues que se asocian a factores de riesgo sobre los que no se puede hacer nada, caso de la edad, la menarquia –o primera menstruación– temprana o un historial familiar de cáncer de mama.

Sea como fuere, concluye Alice Bender, co-autora de la investigación, «si bien hay muchos factores que las mujeres no pueden controlar, la buena noticia es que todas las mujeres pueden adoptar medidas para reducir su riesgo de cáncer de mama. Así, y con independencia de su nivel de actividad física, las mujeres deberían tratar de incrementarlo, ya sea aumentado mínimamente el tiempo que dedican al mismo o su intensidad. Y de la misma manera, deberían llevar a cabo cambios sencillos en la dieta, como sería sustituir las patatas fritas por las zanahorias o los pimientos y, en caso de tomar alcohol, consumir una única bebida, o incluso menos, al día. La verdad es que no hay ninguna garantía cuando se trata del cáncer, pero saber que podemos hacer algo para bajar nuestro riesgo aumenta realmente nuestro empoderamiento».

Fuente: ABC